lunes, 23 de febrero de 2015

¿Que Es?

La automutilación es una conducta por la cual una persona se hace daño a sí misma a propósito. Alrededor de una en cien millones de personas se autolesiona y sucede más en las mujeres que en los varones. Una persona que se autoflagela no tiene la intención de suicidarse pero está a mayor riesgo de intentar suicidarse si no consigue ayuda.
La automutilación tiende a comenzar en la adolescencia y primeros años de adultez. Algunas personas pueden autoflagelarse algunas veces y no hacerlo más. Otras, se hacen cada vez más daño y tienen problemas para detenerse.
El hábito de cortarse la piel con objetos afilados es una forma de autolesión, un comportamiento compulsivo que tiene como fin hacerse daño a sí mismo. Otras formas de autolesión son quemarse, magullarse y golpearse. Este artículo trata sobre el hábito de cortarse, pero los principios que expone son útiles para combatir todo tipo de autolesión.
Antes de continuar, aclaremos las siguientes cuestiones:
1.    Este es un problema de chicas. ¿Cierto o falso?
2.    Cortarse viola el mandato bíblico de Levítico 19:28, que dice: “No deben hacerse cortaduras en su carne”. ¿Cierto o falso?
Respuestas:
1.    Falso. Aunque este problema es más común entre las chicas, también hay chicos que se cortan o se lesionan de otras formas.
2.    Falso. Levítico 19:28 se refiere a un rito pagano de la antigüedad, no al hábito compulsivo de causarse heridas. Con todo, es obvio que nuestro Creador nos ama y no desea que nos hagamos daño (1 Corintios 6:12; 2 Corintios 7:1; 1 Juan 4:8).
 
Fuente: Barbara Anka

 
 
 
¿Con que lo Hacen?
·      Cortase (con una navaja, un cuchillo o cualquier objeto lo suficientemente filoso para cortar la piel)
·      Dar puñetazos a sí mismo o a una cosa (como a una pared)
·      Quemarse con cigarrillos, fósforos o velas
·      Tirarse y arrancarse el pelo
Fuente: Nathalia Maldonado
 
¿Por que lo hacen?
Mucha gente se autolesiona porque les da una sensación de alivio. Algunas personas se cortan como una manera de lidiar con un problema. Algunos adolescentes dicen que cuando se autoflagelan están tratando de detener sentimientos de soledad, enojo o desesperanza.
Es posible sobreponerse a la necesidad de autoflagelación. Existen otras maneras de encontrar alivio y lidiar con las emociones. La asesoría psicológica puede ayudar.
¿Es solo una novedad pasajera? Es cierto que algunas adolescentes se autolesionan porque se han enterado de que otras lo hacen. Pero la mayoría no lo hace por esa razón: quien se automutila normalmente lo hace en secreto y se avergüenza de ello. “No quería que nadie se enterara de mi hábito —recuerda Celia, * de 20 años—. Era muy buena para esconder mis cicatrices.”
 Fuente: Nathalia Maldonado
 
 
¿Lo hace solo para llamar la atención? Tal vez sí..., en el caso de algunas jóvenes. Sin embargo, las adolescentes de quienes habla este artículo no buscan llamar la atención de nadie con sus heridas. Al contrario: tienden a ocultarlas. De hecho, una joven que venció el hábito comenta que le hubiera gustado que alguien se las hubiera notado. Así su problema habría salido a la luz y habría recibido ayuda antes.
Entonces, ¿por qué se lastima? La automutilación es una cuestión compleja. No obstante, la raíz del problema suele ser un dolor emocional difícil de expresar con palabras. En su libro Cutting(Cortaduras), Steven Levenkron, especialista en salud mental, define a la persona que se automutila como “alguien que ha descubierto que el dolor físico puede curar el dolor emocional”.
¿Cuál de estas declaraciones crees que es la más acertada?
Quienes se cortan lo hacen porque...
1.     ... se sienten sumamente angustiados.
2.     ... quieren quitarse la vida.
La respuesta correcta es la A. La mayoría de los que se hacen cortaduras no quieren morir. Solo desean aliviar su dolor emocional.
Fíjate en las razones que han dado algunas jóvenes.
Celia: “Sentía un gran alivio”.
Tamara: “Lo veía como una salida. Prefería el dolor físico al dolor emocional”.
Carrie: “Odio estar triste. El dolor de las heridas me ayudaba a olvidar la tristeza”.
Jerrine: “Cada vez que me cortaba, era como si me aislara del mundo, como si por un momento no tuviera que luchar más con mis problemas. Necesitaba ese descanso”.
Fuente: Nathalia Maldonado
 
 
¿Cómo podemos Ayudar?
Consuélelo. Si le confiesa que se causa heridas, trate de no escandalizarse. Háblele con calma y dele consuelo. (Principio bíblico: 1 Tesalonicenses 5:14.)

Hágale preguntas con tacto. Podría decirle, por ejemplo: “Sé que no siempre te sientes a gusto contigo mismo.. ¿Qué es lo que más te frustra?”, “¿Qué puedo hacer cuando te sientas angustiado o deprimido?” o “¿Cómo puedo mejorar nuestra relación y ganarme tu confianza?”. Luego escúchela sin interrumpirla. (Principio bíblico: Santiago 1:19.)

Ayúdela a no ser tan exigente consigo misma. Quienes se provocan heridas tienden a centrarse en sus defectos, así que ayude a su hija a reconocer sus cualidades. Tal vez podría pedirle que escribiera tres o más cosas que le gustan de sí misma. Una joven llamada Briana comenta: “Esa lista me ayudó a ver que sí tengo cosas buenas”. *

Anímela a orar a Jehová. La Biblia dice: “[Echen] sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes” (1 Pedro 5:7). Lorena, de 17 años, recuerda: “Hice un gran esfuerzo por abrirle mi corazón a Jehová, sobre todo cuando sentía la tentación de lastimarme. Eso me dio las energías para luchar contra mi hábito”. (Principio bíblico: 1 Tesalonicenses 5:17.) 
Fuente: Barbara anka
 
 

Entrevista
Se cambiaron los nombres de las personas que entrevistamos...
·         Diana (16 años)
·         Kathy (15 años)
·         Lorena (13 años)
¿A qué edad empezaste a hacerte cortaduras?
Lorena: Yo tenía unos 12 años.
Diana: Empecé a los 15, y la frecuencia variaba. A veces lo hacía todos los días durante una o dos semanas, y luego podía pasar un mes sin que lo hiciera.
Kathy: A los 14, y todavía tengo recaídas de vez en cuando.
¿Por qué querías hacerte daño?
Kathy: No podía dejar de odiarme. Me preguntaba quién rayos iba a querer ser mi amigo.
Diana: A veces mi tristeza se convertía en rabia, y la rabia, en una horrible angustia que se hacía insoportable. Era como si hubiera un enorme monstruo atrapado en mí y tuviera que cortarme para dejarlo salir.
Lorena: Estaba molesta conmigo misma: me deprimía, me enojaba o me daban bajones. Me sentía como basura y quería deshacerme de esa asquerosa sensación. Hasta llegué a creer que merecía el dolor que me causaba.
¿Sentías algún alivio al lastimarte?
Diana: Sí. Me sentía liberada, como si me hubiera quitado un peso de encima.
Kathy: Bueno, es más o menos como llorar. Así como hay gente que se siente mejor después de llorar un buen rato, yo me sentía mejor después de cortarme.
Lorena: Para mí, herirme era como hacerle un agujerito a un balón lleno de emociones negativas. El balón no explotaba, sino que se iba desinflando, dejando salir poco a poco toda la negatividad.
¿Te daba miedo decirle a alguien lo que estabas haciendo?
Lorena: Sí. Temía que los demás pensaran que estaba medio loca. Y aparte, no quería que nadie se enterara de mis asuntos.
Diana: Todos me decían que era una persona muy fuerte, y quería mantener esa fachada. Creía que pedir ayuda me haría parecer una debilucha.
Kathy: No quería que nadie pensara que estaba mal de la cabeza; eso me habría hecho sentir todavía peor. Además, pensaba que merecía el daño que me estaba haciendo.
¿Qué te ayudó a cambiar?
Lorena: Se lo conté a mi mamá. Además, fui a ver a un médico que me ayudó a controlar mis emociones. La verdad es que tuve algunas recaídas. Pero me puse a estudiar más la Biblia y a salir con regularidad al ministerio cristiano, y eso me sirvió. Quizá seguiré teniendo algún bajón de vez en cuando; pero ahora, cada vez que reaparecen los sentimientos de inutilidad, trato de que no me dominen.
Kathy: Una hermana de la congregación que me lleva unos diez años se dio cuenta de que algo andaba mal, y con el tiempo le conté mi problema. Me sorprendí cuando me dijo que ella también había tenido el mismo hábito. Así que no me sentía incómoda hablando con ella. Además, mis padres y yo fuimos a ver a una doctora que nos ayudó a entender mejor mi situación.
Diana: Una noche estaba en casa de un matrimonio con el que tengo mucha confianza. Entonces, el esposo se dio cuenta de que me pasaba algo. Con bondad, insistió en que les dijera qué me sucedía. Su esposa me abrazó y me meció suavemente, como lo hacía mi mamá cuando era niña. Empecé a llorar, y ella también. No fue nada fácil contárselo, pero me alegro de haberlo hecho.
¿Cómo te ha ayudado la Biblia?
Diana: La Biblia me ha hecho ver que no puedo vencer esto con mis propias fuerzas, que necesito la ayuda de Jehová (Proverbios 3:5, 6).
Kathy: Leer la Biblia —sabiendo que lo que dice viene de Dios— me consuela muchísimo (2 Timoteo 3:16).
Lorena: Siempre que encuentro algún versículo que me llega al corazón, lo anoto en una libreta. Así puedo repasarlo luego (1 Timoteo 4:15).
¿Hay algún texto bíblico en particular que te haya servido?
Diana: Proverbios 18:1, que dice: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta; contra toda sabiduría práctica estallará”. A veces me cuesta estar con otras personas, pero este versículo me ha enseñado que alejarme no es bueno.
Kathy: Me encantan los versículos 29 y 31 de Mateo 10, donde Jesús dice que Jehová se da cuenta hasta de la muerte de un gorrión. Y luego añade: “No tengan temor: ustedes valen más que muchos gorriones”. Esas palabras me recuerdan que Jehová me valora.
Lorena: Me gusta el texto de Isaías 41:9, 10, donde Jehová le dice a su pueblo: “No te he rechazado. No tengas miedo, porque estoy contigo. [...] Yo ciertamente te fortificaré”. Cuando pienso en estas palabras, me imagino que soy tan fuerte como un muro de piedra. Saber que Jehová me quiere y que siempre estará a mi lado me llena de fuerza.












 


 
Fuente: Daniel Briceño












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