¿Que Es?
La
automutilación es una conducta por la cual una persona se hace daño a sí misma
a propósito. Alrededor de una en cien millones de personas se autolesiona y
sucede más en las mujeres que en los varones. Una persona que se autoflagela no
tiene la intención de suicidarse pero está a mayor riesgo de intentar
suicidarse si no consigue ayuda.

El hábito de cortarse la piel con objetos afilados
es una forma de autolesión, un comportamiento compulsivo que tiene como fin
hacerse daño a sí mismo. Otras formas de autolesión son quemarse, magullarse y
golpearse. Este artículo trata sobre el hábito de cortarse, pero los principios
que expone son útiles para combatir todo tipo de autolesión.
Antes de continuar, aclaremos las siguientes
cuestiones:
1. Este es un problema de
chicas. ¿Cierto o falso?
2. Cortarse viola el mandato
bíblico de Levítico 19:28, que dice: “No deben hacerse
cortaduras en su carne”. ¿Cierto o falso?
Respuestas:
1. Falso. Aunque
este problema es más común entre las chicas, también hay chicos que se cortan o
se lesionan de otras formas.
2. Falso. Levítico 19:28 se refiere a un rito pagano
de la antigüedad, no al hábito compulsivo de causarse heridas. Con todo,
es obvio que nuestro Creador nos ama y no desea que nos hagamos daño (1 Corintios 6:12; 2 Corintios 7:1; 1 Juan 4:8).
Fuente: Barbara Anka
¿Con que lo Hacen?

· Dar puñetazos a sí mismo o a una cosa (como a una
pared)
· Quemarse con cigarrillos, fósforos o velas
· Tirarse y arrancarse el pelo
Fuente: Nathalia Maldonado
¿Por que lo hacen?
Mucha gente se autolesiona porque
les da una sensación de alivio. Algunas personas se cortan como una manera de
lidiar con un problema. Algunos adolescentes dicen que cuando se autoflagelan
están tratando de detener sentimientos de soledad, enojo o desesperanza.
Es posible sobreponerse a la
necesidad de autoflagelación. Existen otras maneras de encontrar alivio y
lidiar con las emociones. La asesoría psicológica puede ayudar.
¿Es solo una novedad
pasajera? Es cierto
que algunas adolescentes se autolesionan porque se han enterado de que
otras lo hacen. Pero la mayoría no lo hace por esa razón: quien se
automutila normalmente lo hace en secreto y se avergüenza de ello.
“No quería que nadie se enterara de mi hábito —recuerda Celia, * de
20 años—. Era muy buena para esconder mis cicatrices.”
Fuente: Nathalia Maldonado
Entonces, ¿por qué se
lastima? La automutilación
es una cuestión compleja. No obstante, la raíz del problema suele
ser un dolor emocional difícil de expresar con palabras. En su
libro Cutting(Cortaduras), Steven Levenkron, especialista en
salud mental, define a la persona que se automutila como “alguien que ha
descubierto que el dolor físico puede curar el dolor emocional”.
¿Cuál de estas declaraciones crees que es la más
acertada?
Quienes se cortan lo hacen porque...
1.
... se sienten sumamente angustiados.
2.
... quieren quitarse la vida.
La
respuesta correcta es la A. La mayoría
de los que se hacen cortaduras no quieren morir. Solo desean aliviar su
dolor emocional.
Fíjate en las razones que han dado algunas jóvenes.
Celia: “Sentía
un gran alivio”.
Tamara: “Lo
veía como una salida. Prefería el dolor físico al dolor emocional”.
Carrie: “Odio
estar triste. El dolor de las heridas me ayudaba a olvidar la tristeza”.
Jerrine: “Cada vez que me cortaba, era como si me aislara
del mundo, como si por un momento no tuviera que luchar más con mis
problemas. Necesitaba ese descanso”.
Fuente: Nathalia Maldonado
¿Cómo podemos Ayudar?
Consuélelo. Si le confiesa que se causa
heridas, trate de no escandalizarse. Háblele con calma y dele consuelo.
(Principio bíblico: 1 Tesalonicenses 5:14.)

Ayúdela a no ser tan exigente consigo
misma. Quienes se provocan heridas tienden a centrarse en sus defectos, así que
ayude a su hija a reconocer sus cualidades. Tal vez podría pedirle que
escribiera tres o más cosas que le gustan de sí misma. Una joven llamada Briana
comenta: “Esa lista me ayudó a ver que sí tengo cosas buenas”. *
Anímela a orar a Jehová. La Biblia
dice: “[Echen] sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes”
(1 Pedro 5:7). Lorena, de 17 años, recuerda: “Hice un gran esfuerzo por abrirle
mi corazón a Jehová, sobre todo cuando sentía la tentación de lastimarme. Eso
me dio las energías para luchar contra mi hábito”. (Principio bíblico: 1
Tesalonicenses 5:17.)
Fuente: Barbara anka
Entrevista
Se cambiaron los nombres de las
personas que entrevistamos...
·
Diana (16 años)
·
Kathy (15 años)
·
Lorena (13 años)
¿A qué edad empezaste
a hacerte cortaduras?
Lorena: Yo tenía unos 12 años.
Diana: Empecé a los 15, y la
frecuencia variaba. A veces lo hacía todos los días durante una o dos
semanas, y luego podía pasar un mes sin que lo hiciera.
Kathy: A los 14, y todavía
tengo recaídas de vez en cuando.
¿Por qué querías
hacerte daño?
Kathy: No podía dejar de odiarme.
Me preguntaba quién rayos iba a querer ser mi amigo.
Diana: A veces mi tristeza se
convertía en rabia, y la rabia, en una horrible angustia que se hacía
insoportable. Era como si hubiera un enorme monstruo atrapado en mí y tuviera
que cortarme para dejarlo salir.
Lorena: Estaba molesta conmigo misma: me
deprimía, me enojaba o me daban bajones. Me sentía como basura y quería
deshacerme de esa asquerosa sensación. Hasta llegué a creer que merecía el
dolor que me causaba.
¿Sentías algún alivio
al lastimarte?
Diana: Sí. Me sentía liberada, como si me
hubiera quitado un peso de encima.
Kathy: Bueno, es más o menos como llorar.
Así como hay gente que se siente mejor después de llorar un buen rato, yo me
sentía mejor después de cortarme.
Lorena: Para mí, herirme era como hacerle
un agujerito a un balón lleno de emociones negativas. El balón
no explotaba, sino que se iba desinflando, dejando salir poco a poco toda
la negatividad.
¿Te daba miedo decirle
a alguien lo que estabas haciendo?
Lorena: Sí. Temía que los demás pensaran
que estaba medio loca. Y aparte, no quería que nadie se enterara de
mis asuntos.
Diana: Todos me decían que era una
persona muy fuerte, y quería mantener esa fachada. Creía que pedir ayuda me
haría parecer una debilucha.
Kathy: No quería que nadie pensara
que estaba mal de la cabeza; eso me habría hecho sentir todavía peor. Además,
pensaba que merecía el daño que me estaba haciendo.
¿Qué te ayudó
a cambiar?
Lorena: Se lo conté a mi mamá.
Además, fui a ver a un médico que me ayudó a controlar mis emociones.
La verdad es que tuve algunas recaídas. Pero me puse a estudiar más la
Biblia y a salir con regularidad al ministerio cristiano, y eso me sirvió.
Quizá seguiré teniendo algún bajón de vez en cuando; pero ahora, cada vez que
reaparecen los sentimientos de inutilidad, trato de que no me dominen.
Kathy: Una hermana de la congregación que
me lleva unos diez años se dio cuenta de que algo andaba mal, y con el tiempo
le conté mi problema. Me sorprendí cuando me dijo que ella también había
tenido el mismo hábito. Así que no me sentía incómoda hablando con ella.
Además, mis padres y yo fuimos a ver a una doctora que nos ayudó a entender mejor
mi situación.
Diana: Una noche estaba en casa de un
matrimonio con el que tengo mucha confianza. Entonces, el esposo se dio cuenta
de que me pasaba algo. Con bondad, insistió en que les dijera qué me sucedía.
Su esposa me abrazó y me meció suavemente, como lo hacía mi mamá cuando
era niña. Empecé a llorar, y ella también. No fue nada fácil contárselo,
pero me alegro de haberlo hecho.
¿Cómo te ha ayudado
la Biblia?
Diana: La Biblia me ha hecho ver que
no puedo vencer esto con mis propias fuerzas, que necesito la ayuda de
Jehová (Proverbios 3:5, 6).
Kathy: Leer la Biblia —sabiendo que lo
que dice viene de Dios— me consuela muchísimo (2 Timoteo 3:16).
Lorena: Siempre que encuentro algún
versículo que me llega al corazón, lo anoto en una libreta. Así puedo repasarlo
luego (1 Timoteo 4:15).
¿Hay algún texto
bíblico en particular que te haya servido?
Diana: Proverbios 18:1,
que dice: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta; contra toda
sabiduría práctica estallará”. A veces me cuesta estar con otras personas,
pero este versículo me ha enseñado que alejarme no es bueno.
Kathy: Me encantan los versículos 29 y 31 de Mateo 10,
donde Jesús dice que Jehová se da cuenta hasta de la muerte de un gorrión.
Y luego añade: “No tengan temor: ustedes valen más que muchos
gorriones”. Esas palabras me recuerdan que Jehová me valora.
Lorena: Me gusta el texto de Isaías 41:9, 10, donde Jehová le dice a su
pueblo: “No te he rechazado. No tengas miedo, porque estoy contigo.
[...] Yo ciertamente te fortificaré”. Cuando pienso en estas palabras, me
imagino que soy tan fuerte como un muro de piedra. Saber que Jehová me quiere y
que siempre estará a mi lado me llena de fuerza.
Fuente: Daniel Briceño
me gusto mucho, esta muy interesante!
ResponderEliminarMuy bueno!! a las dos... Que bueno quedo...
ResponderEliminarGracias!! te quiero gordo!
EliminarExcelente chicas!
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